Querido diario dospuntos #2

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Querido diario:

Hoy, abrigado en el calor de un día frío, quiero volver a ti, contarte mis pensamientos más íntimos y luego cerrarlos con una llave, anudada al cuello como la cuerda que arrastra los kilos de cemento que te arrojarán al mar en momentos de tormento.

Cansado de correr cada vez más despacio, exhausto de una meta que no llega, quiero confiarte un miedo atroz, un miedo que lo único que no me impide es pensar mi propio miedo. Nuestros mayores defectos no son los de la inconsciencia, sino los que proceden de nuestra razón cuando está atenta. Últimamente, tengo la necesidad de salir a respirar, de ensanchar mi mundo con momentos que me nublen el pensamiento lúcido. Que encojan todo lo que no sea vigor exhortado, respiración frecuente, sudoración, esfuerzo máximo.

Las noches se me aclaran por mitades, en las que lleno mi zozobra y mi vigilia con largos momentos de ficción, en medio de la noche callada. Hoy una pieza de Bach me ha transportado hacia un mundo celestial, un momento de jazz me ha desplazado hacia la niebla. Otras muchas canciones se han sucedido mientras estaba tumbado en el sofá y tenía los ojos plenamente abiertos. No quería cerrarlos, no podía cerrarlos.

La noche lúcida ha convertido las primeras horas de la mañana en momentos turbios, de resaca de un descanso que no llega. Pienso que me marcho y que me voy a un mundo del que no voy regresar. El mundo nunca es el mismo para nosotros, que somos paréntesis plenamente prescindibles. Y me veo intentando cruzar un río, reconfortado, sin llegar a divisar –aún– lo que hay en la otra orilla.

(Con imagen de See-Ming Lee.)

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