Pero qué listo es mi niño…

Abajo la inteligencia

Pues sí, en Verba volant estamos obsesionados por la realidad y la ficción, por sus fronteras y sus intersecciones. Y siempre nos ha gustado vivir el mundo como un sueño e imaginar los sueños como si de entidades palpables se tratase. ¿Alguien encuentra la diferencia? Estamos enchufados a la máquina de Matrix, que origina nuestra conciencia de lo real, que nos conecta al videojuego perpetuo de vivir lo mismo que existiéramos. En la era del pensamiento débil, palpamos nuestra apariencia de lo ficticio para evidenciar nuestra realidad y, percibiéndonos en nuestra escasa consistencia, quizá lleguemos a admitirnos como seres superficiales, mártires de la era del pensamiento débil.

Si las novelas y el cine son el testigo de cargo de que la realidad es como es, los periódicos son los mejores instrumentos de lo novelable. Casi todos los medios se hicieron eco hace unos días de una noticia en la que se afirmaba que George Bush es el presidente con menor cociente en la historia de los máximos gobernantes de los Estados Unidos. A todos nos gusta creer que los medios son fiables y nos dicen la verdad, pero sabemos que vivimos en ese mundo de ficción en el que, al final, creemos en lo que queremos creer. El notición se basaba en un bulo que circulaba por Internet desde 2001 (estos bulos por la red se llaman hoax, y aparecen registrados en la mismísima Wikipedia) y se erige sobre un informe del prestigioso Instituto Lovenstein. Como estos del Lovenstein están a un nivel más bajo que nuestros alumnos de la ESO, las pruebas tangibles sobre las que se basaban sus informes se fundamentaban en los logros escolares, el tipo de escritos producidos por los presidentes o su habilidad para hablar con claridad, así como otro tipo de factores psicológicos sin especificar. Un servidor, que de psicología cognitiva sabe lo justo, pensaba, por un lado, que las pruebas para medir el cociente intelectual se basaban en una batería compleja de test realizados de manera empírica a los sujetos y, por otro, que el concepto de inteligencia se atiene cada vez menos al cociente intelectual como parámetro único para tener en cuenta otro tipo de factores como el de la inteligencia social o la inteligencia práctica (en otras palabras, la tríada de factores que propuso ya hace mucho tiempo Sternberg: pero cuidado, porque los estudios en este campo avanzan en progresión geométrica). Sin embargo, a nosotros la noticia nos gustó, más que nada, porque se ajusta a nuestra realidad soñada. Creemos y defendemos las cosas que imaginamos para luego erigirlas en nuestras verdades absolutas (y en esto nuestra percepción visual tiene mucho que decir). Aquí el pensamiento colectivo funciona de maravilla (¿alguna vez nos atreveremos a realizar un referéndum sobre la ley de gravitación universal? Como el resultado sea adverso, nos veo a todos flotando…). Por cierto, el presidente americano más inteligente según el sesudo estudio es Bill Clinton, con un cociente de 182, frente a los exiguos 92 puntitos de G. Bush. Lo de Clinton también nos agrada, ajustados como estamos a una percepción escatológica de los personajes: es un presidente que nos caía bien porque el dominio de los «idiomas» y el manejo práctico de productos derivados del tabaco que realizaba en el Despacho Ojal (perdón, Oval) está muy lejos de La Moncloa (iba a poner el nombre de otro palacio, para que la pareja ficción-realidad fuese todavía más confusa). Total: como Bush nos cae muy mal aceptamos su estulticia porque nos lo dicen y porque lo creíamos ya previamente. Del mismo modo, no sabemos si Clinton era muy inteligente, pero lo que nos dicen halaga nuestra percepción gracias a que, en efecto, era un tipo muy listo, con horas y horas de despacho y una capacidad suprema para que sus trabajadores y becarios se sintieran bien trabajando a su lado (lamparón más, lamparón menos…).

La noticia que existió ya no existe. Esta es la muestra fehaciente de los periódicos como batiburrillos de la ficción intemporal. Y la prueba irrefutable de que nuestra concepción de la inteligencia es totalmente subjetiva, empezando por nosotros mismos: todos nos sentimos más listos que los que tenemos a nuestro lado: miramos a izquierda y a derecha, esbozamos una pequeña sonrisa de autocomplacencia y pensamos: «Ya me lo decía mi madre: Qué listo es mi niño«.

Y, así, jugamos a vivir, lo mismo que existiéramos, aunque esto tenga efectos secundarios en nuestras vidas: leemos otras noticias, entramos en otras direcciones de Internet siguiendo con interés la actualidad, atentos a la realidad que nos rodea, y no sabemos si la verdad está un par de tallas más allá de nuestros sueños. Porque en Verba volant estamos obsesionados. Con la realidad y con la ficción.

(La imagen es de neo_1)

4 comentarios en “Pero qué listo es mi niño…”

  1. Sólo se que no se nada, como dijo aquel, y creer me creo casi todo lo que me cuentan, me parece horrible la calumnia, se puede herir a alguien de muerte con dos palabras y es espantoso descubrir lo falso de lo que pensabas verdadero, de eso tiene mucha culpa tanto avance, tanta prueba de ADN…

  2. Habrá que pillar uno de estos para dar la talla , porque como veis matrix es todo lo que nos rodea y lo que el ojo ve está modificado casi con total seguridad. Algún día iremos a dar la mano a otra persona y plof, desaparecerá.

    El resto tiene mucha miga y habrá que leerlo con más detenimiento (y es que no me da…)

  3. Apliquemos la lógica ficción de las matemáticas:

    98 George H. W. Bush (R)

    91 George W. Bush (R)

    84 Jenna y Barbara Bush….

    Tienen todos los requisitos para ser las primeras presidentas gemelas de los USA…

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