Doparse por fuera

bannador

Ser el mejor ha sido siempre una obsesión de los humanos animales, siempre en discordia por la primacía, la rivalidad, pero –también– por el afán de superación. En la actualidad, ser el mejor se ha convertido en una imagen de marca. Los deportistas se han dopado, quizá, desde el momento mismo en el que ganar suponía obtener un beneficio y, en el presente, el beneficio del deportista, en forma de cheque, beca o contrato millonario, es tan grande como saltarse cualquier regla que se le ponga a uno por delante. Porque, en efecto, el dicho de «Hecha la ley, hecha la trampa» es particularmente cierto en el deporte, en el que la ciencia, en forma de médicos codiciosos, entrenadores ambiciosos y deportistas a la que salta, se interpone entre el atleta y sus músculos. El dopaje es la fórmula médica actual que más cerca está del hallazgo de una filosofal piedra deportiva en la que importan más los resultados que la forma de obtenerlos. Como del dopaje se ha dicho casi todo –siempre muy fuera del contexto deportivo–, yo no voy a hablar de él.

El deporte también ha ido, paulatinamente, «dopándose» de cuerpo para fuera. Los avances tecnológicos han permitido mejorar los materiales y, con ellos, el deportista ha contado con un aliado para mejorar sus resultados. Esto es natural y no debe de causar ningún escándalo. Algo más controvertido es el caso actual de la natación. Parece que, para nadar, sólo eran necesarios una piscina con unas condiciones técnicas adecuadas (medidas reglamentarias, el agua con una temperatura entre 25 y 28 grados, una iluminación adecuada) con agua (claro está) y un bañador. Las técnicas de natación también han variado y han optimizado el rendimiento de los nadadores: es espectacular, por el ejemplo, el avance en las técnicas de natación a braza. Pero el bañador ha pasado de ser un más o menos escueto utensilio para taparse las vergüenzas a todo un compendio de compresión, flotabilidad y técnica aerodinámica. La invasión de los bañadores jaked, que están fuera del alcance del bolsillo de la mayor parte de los mortales –y no me refiero a posibilidades personales, sino de federaciones deportivas nacionales– ha supuesto una escandalosa rebaja de varios récords mundiales desde hace unos meses y ponen en peligro la credbilidad de quien piensa que el deporte surge dando lo mejor de nosotros mismos, por dentro y por fuera, pero sin tapujos.

Jaked

La imagen que encabeza la entrada es de (Lolita – 8)

4 comentarios en “Doparse por fuera”

  1. La solución en la natación está bien fácil: que naden en pelota si quieren homologar la marca. Lo del dopaje es más complejo: a los ciclistas, por ejemplo, les debieran dar el mismo menú, porque si uno come lentejas y otro caldo de cebolla en el Tourmalet habrá diferencias. Cualquier sustancia ingerida tiene su efecto, sea de la lista prohibida o no..

  2. Aún así siempre habrá deportistas como los maratonianos norte africanos que corren descalzos y baten marcas, o como tu hijo Alberto, que no necesita ni bañador especial ni puñetas, solo agua para dejar atrás y sin resuello al que se atreva a retarle.

  3. Es igual en todos los deportes… (Que se lo digan a Alonso ¿no?)

    Aunque yo, con o sin burbujas propulsoras entre el tejido y mi piel, creo que no batiría la mejor plusmarca de un niño de seis años…

    Es impresionante lo que investigan y avanzan en estos terrenos y quién sabe si estos tejidos tendrán otro tipo de utilidades que hoy parecen impensables porque sólo se aplican a un campo…

    (Estás nostálgico porque te acuerdas del avituallamiento de paella que se daba en la época del NODO a los ciclistas… Eso sí era chupar la gamba)

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