Quién te iba a decir que, a estas alturas, seguirías sin perder el ritmo, sin perder comba, con los dedos tocando más cristal que blanda morfología.
Las revoluciones surgen cuando las voluntades adelgazan las paredes firmes hechas con las piedras de la tradición, de la persistencia baldía que se acaba. Ni más ni menos que las cadenas rotas con ritmos dislocados para liberar de las muñecas lo que no es sino trasunto de algo más grande, de algo más importante. Lo innoble, al final, quizá es mucho más elegante y más educado y más selecto. Que el mundo no se construye a golpes de efectos florales y de falsa comida japonesa. Soñar imposibles es lo que hace que el enroque (largo, corto) sea la única manera legal de mover dos piezas para evitar que el dedo índice, en fuerza mitad mecánica, mitad centrífuga, tire el rey que supone el final de la partida. Las lecciones las dan los que poseen los sentimientos y no los manuales de estilo, de urbanidad y de etiqueta. La buena suerte es consecuencia directa de la lucha de clases que, una vez y otra, acaba con la sangre derramándose en las alcantarillas.
(Imagen de marycesyl.)