La ficción, por muy planificada que esté, tiene sus momentos, sus sorpresas. Hoy voy, muy brevemente, de alguna de estas circunstancias.
La primera tiene que ver con espacios vacíos, momentos en los que la metáfora de un agujero negro es toda una realidad (como todas las metáforas, que no son sino una realidad de nuestros procesos cognitivos). Estuve días y días saltando entre no escribir nada y rellenar borradores de tres líneas que no me llevaban a ninguna parte. Ante esto, solo caben dos opciones: tirar la toalla o esperar sin desesperar. Afortunadamente, hice lo segundo.
La segunda tiene que ver, precisamente, con ese momento de espera. Cuando todo parecía perdido, surge un momento –que surge, naturalmente, cuando estás haciendo otra cosa– y que me ha ayudado a relacionar muchas de las ideas que tenía cogidas por los pelos. Hoy están ya en el proceso de quedar arraigadas en el cuero cabelludo.
La tercera está relacionada con la primera y la segunda. Entre los espacios vacíos y esos saltos cualitativos que se dan por la improvisación pero que son posibles por la perseverancia, una entrevista que me realizaron el viernes –y de la cual daré noticia en su momento– me llevó a una constatación: que no había dejado por escrito aquí ninguna de estos avatares. Y que, en forma de borradores, algunas entradas están empujando para que cuente cosas.
Eso hago. Eso haré. Lo prometo.
(Imagen de Bachmont. La entrada pertenece a la serie del Proceso creativo de mi novela.)
esos momentos de espera son un tanto «desasosegantes»… yo no estoy escribiendo una novela, y ni se me pasa por la cabeza (no me creo capaz) pero en el humilde blog que escribo me sucede algunas veces que me digo: «Se acabó, ya no tengo nada que contar» y de repente te surge «eso» que sí quieres compartir… a veces es algo bueno, algo interesante, y otras veces es una sencilla idea… y así se sigue día tras día… desconozco sí forzándome a pensar, si tuviera el tiempo suficiente, podría, con algo de conocimientos y maestría, escribir sin esperar.
biquiños,