Sobre la sonrisa del gorila

Me gustan los primates. En cuanto tengo oportunidad, veo o leo cosas relacionadas con estos primos nuestros que tanto nos ayudan a entender muchos de nuestros comportamientos. Siento mucho interés por los chimpancés y los bonobos. A estos últimos los descubrí más tarde que a los chimpancés, pero me fascina la de cosas que nos vinculan. Cuando leo Yo, mono, de Pablo Urralde siento que está hablando de mí. Entre otras cosas, porque está hablando de todos nosotros. Pero reconozco que me fascinan los gorilas. Me gusta su apariencia, su mirada, su manera de moverse. Si no fuese tan cuadriculado, abandonaría mi pantalla por defecto del iPad para poner una imagen que me encanta en la que sale un gorila con su cría.

La casualidad hace que viese ayer un documental sobre unos gorilas, aunque yo me fijo especialmente en los fragmentos dedicados a uno un concreto. Está enfadado. Según dicen en la televisión, se siente el responsable de la manada. Al parecer, este gorila ha seguido su rutina diaria buscando alimento durante horas. Luego ha fabricado el lecho en el que va a dormir durante la noche. Y está cansado, pese a su vigor, pese a su apariencia. Por lo que dicen, el gorila desprende un olor que supone una advertencia para todo el que quiera acercarse, para todo aquel que quiera oponerse. De repente, escucha algo. El narrador explica que ha detectado un movimiento. En la imagen, ahora se ve al gorila enfadado, a punto de cargar contra alguien, que no se ve, pero que se intuye. Por su bien, sería mejor que ese oponente se retire a una zona alejada y segura. Pero lo fascinante de los gorilas es que tan grandes, tan fuertes, tan aparentemente hostiles, raramente atacan: advierten, se mueven, ponen cara de pocos amigos. Es cierto que es mejor saber a lo que se atienen los que se acercan a los gorilas, incluso los que permanecen cerca de ellos. No se sabe si el peligro ha desaparecido o el gorila se ha cansado, pero ahora el gorila está a otra cosa. Se aleja un poco de la manada con cara cansada, triste, quizás harto de pasar por la rutina de todos los días. De pronto, mira hacia donde está el cámara y esboza algo parecido a una sonrisa. Reconozco que, con su sonrisa, yo me he sentido un poco más feliz.

 

Imagen de Thomas Hawk.

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