Inicios y finales

Unicornio

Creíais que esto era el final y descubrís ahora que es sólo el principio: os sentasteis en un pupitre con tres añitos para dibujar, cantar y esbozar ilusiones, y salís con una mochila desgastada por el roce de vuestros sueños, con unas carpetas abarrotadas de apuntes con las esquinas dobladas, con los bolígrafos exhaustos de una escritura volcada en la rutina diaria. Sin embargo, vuestro cansancio, el hastío de asistir a las clases cuando el sol calienta, os impide levantar la vista para recobrar la ilusión por lo que os espera, por todos los inicios de los finales del resto de vuestras vidas.

La rutina, el desayuno apresurado, la subida de escaleras que, a las ocho y media de la mañana se hacen eternas, esas clases de rollos interminables, esconden algunos de los recuerdos que perdurarán en vuestras vidas. Siento deciros esto, pero mañana haréis todas esas cosas todos juntos casi por última vez. El hábito os impedirá ser conscientes de que, a partir de ahora, vuestras vidas se separarán del único modo que sabe la sucesión lógica de los días, de los meses, de los años. Prometeréis reuniones para tomar café, para ir a cenar, para mil cosas. No penséis ni por un momento que esas promesas se cumplirán: cuando salgáis por última vez por esa puerta (¡cuántas veces os la cerraron en las narices por llegar tarde!), nada será lo mismo. Por eso, al acto de mañana yo nunca lo llamo ceremonia de graduación, sino la fiesta de despedida.

Las despedidas no son malas. Son la lógica eterna de la vida, que es un eterno encontrarse y desencontrarse, un cúmulo de inicios y de finales, una metáfora del gran inicio y de la gran meta. Hoy cerráis una bella etapa. Sobre la estructura de vuestros cuerpos, los años os regalarán cicatrices, canas, úlceras, roturas y rupturas. Os iréis llenando de experiencias que os harán más sabios. O más tontos. O más desgraciados. O más felices. O –lo más probable– toda una amalgama de esas cosas que se llaman Vida.

Me siento particularmente orgulloso de haber sido, en algún momento, una parte pequeña de vuestras vidas. Ojalá podáis desbrozar los problemas que os esperan al ritmo del análisis sintáctico: buscad los verbos, los nexos, si los sucesos van juntos o separados, descomponed para comprender, juntad para generalizar… Ojalá podáis enfrentaros a los miles de amaneceres con la perspectiva de una bellas líneas que tratan de amor. Nos hemos reído. Me habéis aguantado. Hemos ido trazando una línea o varias todos juntos, entre los desencuentros y la armonía. Pese a intentarlo, nunca existió la clase perfecta, aquélla que todo profesor desearía haberos regalado. Sin embargo, nos quedan muchos ratos de sonrisas. Nos quedan algunas películas que nos enseñaron a ser humanos, aunque nunca podamos estar seguros de lo que somos. Siempre os quedará la alabanza de Mondrian, incluso aunque sea estúpido.

Ahora todo esto queda muy cercano. Dentro de poco, todo formará parte de un recuerdo. Mañana os juntaréis en un acto bello pero protocolario, rodeado de todos los que os han acompañado en estos dieciocho años. En vuestras casas, en vuestras clases, en vuestras almas. Y a mí ya no me quedará casi nada que decir. Y, como Roy, soy ese replicante que dice sus últimas palabras:

Yo… he visto cosas que vosotros no creeríais… atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.

Vosotros, sin embargo, sois esa paloma que aletea hacia ese azul infinito.

(El origami del unicornio es de Pablo Noel.)

7 comentarios en “Inicios y finales”

  1. Un tren, un viaje, una despedida. Algunos de estos elementos formaron parte de las palabras que nos dedicaste en ese mismo acto a mis compañeros y a mí hace poquito tiempo: 10 años.

    Me gustan las despedidas porque huelen a zapatos nuevos, a estrenar; a zapatos viejos que conservamos y que, de cuando en cuando, nos gusta ponernos en el nuevo camino. Me gustan porque se guardan en la mochila y con ellas caminar y caminar y despedirse y saludarse y siempre una senda que seguir, y siempre una senda detrás que mantiene el camino, que nos recuerda lo hollado.

    Gracias, siempre gracias.

  2. Tantos inicios, tantos finales…y así ¿eternamente? Como dice Labordeta en su Albada: "Adios a los que se quedan, adios a los que se van tb, esta es la albada del viento, la albada del que se fue que quiso volver un día pero eso no pudo ser…"

    Tu alumno siguen preguntandose "¿Quien soy? " Como nos presentaste en la primera clase de filosofía de tercero. Y seguimos en la búsqueda. Algunos en los libros otros en la diáspora. No sintiendose parte de aquí y la vez ya lo eres.

    Veo que tu pasión por Mondrian sigue siendo prefetizada. ¿Por qué Mondrian?

    Fue una pena, pero no pude estar en esa fiesta de despedida. Volad, como dice Raúl.

    Yo me voy de las islas afortunadas, allá donde se acababa el mundo. Y volveré a Burgos con las pilas cargadas, cuál Pájaro! jj. Pero eso no puede ser dice el aragonés. Cierto. Ahora vuelvo con más kilometros y diferentes carreteras, que me han mostrados ciertas luces y sombras muy peligrosas.

    Carpe diem quan minimun credula postero

    (Ni vividor, ni Godo, ni turista)

    http://www.youtube.com/watch?v=P6-e664FZ3M

  3. Buenos días, Raúl Urbina:

    En mi paseo diario por la red, 'casualmente' he encontrado la puerta de Tanhauser por todos lados. En el blog de Manuel Casadiego: puntos de vista, sonaba la música de Wagner, luego el título del blog de Bipolar, que me recuerda a Rachael, ahora tú con tu semejanza a Roy, el replicante de Blade Runner…

    Pero sobre todo, con tu escrito me has evocado el poema de Walt Whitman, …y al profesor John Keating de la película de Peter Weir: El club de los poetas muertos.

    Te pongo unas maravillosas imágenes con música:

    http://www.youtube.com/watch?v=C9KAqhbIZ7o

    Y como siempre: Carpe Diem.

    Saludos.

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