Y tienes miedo

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Tus sentidos atentos, tu cuerpo en lucha. Te dispones a cerrar los ojos y lo consigues, por fin . En seguida empiezas a notar cómo desfilan unas lucecitas blancas -minúsculas- que oscilan de un lado y de otro. Son pequeñas, pero poderosas. Por un momento, crees lo imposible. En vez de contemplar la oscuridad, ves luz. Demasiada luz que se escapa por los bordes de la mirada cerrada. Respiras dos veces profundamente y te revuelves, obstinado, sobre tu lecho de tortura. Tu cabeza siente una extraña opresión que no es dolor, sientes cómo la presión vital empuja tus huesos hacia dentro. Llegas a plantearte si llegarán hasta su justo centro.  Sientes esos huesos uno a uno. Incluso puedes delimitar sus crueles fronteras. Cambias de postura. Tus párpados se cierran cada vez más, pero la luz, esa luz incomprensible que no es vital, que es molesta, se acurruca otra vez en el interior de tus órbitas. El silencio no mejora las cosas. Notas tu cuerpo cansado, tan cansado como para no dormir, tan agotado que da la impresión de que no va a reposar jamás. Por un momento, otro más, la claridad cesa. Recorres un túnel por fin oscuro, avanzas con tu cabeza y tu cuerpo a ese lugar plácido que hará cesar por fin tu conciencia parcialmente. Entonces, vuelves a ver lo que ya has visto. A lo lejos, siempre dentro de tu campo visual acotado, vuelves a notarlos. Son unos ojos que te miran desde un lugar ignoto que esta más allá de todo. Y tienes miedo.

6 comentarios en “Y tienes miedo”

  1. Coincido con mafaldia en sus dos últimos comentarios. Animate y piensa un poquito menos. Si en plan pesimista eres capaz de escribir asi, no quiero ni imaginar tu potencial como optimista converso…

  2. Hola. Lo que comentas lo puede vivir cualquiera, le puede pasar a cualquier persona, sobre todo si es de edad avanzada. Un saludo. Manzacosas

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