ELLA. ¿Sabías que ha habido una votación para saber cuál es la palabra más bella?
ÉL. No. ¿Y?
ELLA. Hijo, mira que eres seco. Siempre con esas respuestas.
ÉL. El «¿Y?» no era seco. Era para que siguieses.
ELLA. ¿Ves como eres seco?
ÉL. Joder… Venga, a ver, si vas a decirlo, dilo.
ELLA. Pues que han votado y algunas eran bonitas por su forma, otras por su contenido. No sé. Lapislázuli, albahaca, madre, amor.
ÉL. Amor, qué originales. Y lo de madre me parece una discriminación, esa que tu llamas «de género». Aunque se hubiese liado parda si la elegida hubiese sido padre.
ELLA. Hijo, no le saques punta a todo.
ÉL. Las cosas como son.
ELLA. ¿Cuál es tu palabra favorita?
ÉL. Oye, no empieces con estas cosas, que ya sabes que no me gustan. Para que no me des la paliza, te voy a decir una para que parezca que soy persona y luego te digo la verdad. Y no te voy a decir por qué me gusta cada una, porque tengo sueño y si no nos dan las tantas. Que tú te duermes incluso mientras yo escribo en la cama. La obvia es brújula. Y las otras pueden ser alergía (nada de alegría ni chorras –mira, esta también es bonita), hijoputa y, por muy por encima de otras, esternocleidomastoideo. Esta es sublime.
ELLA. Tú, siempre dando la nota. ¿Te digo la mía?
ÉL. Si no hay más remedio… Para eso has empezado la conversación.
ELLA. Murmullo.
ÉL. Ahora tengo que poner cara de interesante y preguntarte por qué, pero vas dada.
ELLA. Contigo no se puede. Me gusta murmullo por cómo suena.
ÉL. ¿La palabra o el murmullo?
ELLA. Las dos. Esas vocales cerraditas, esa repetición de la m. Para decir murmullo, tienes que poner boquita. Y, para eso, hay que tener estilo.
ÉL. Mira, por una vez, te voy a dar la razón. Murmullo. Ummmm. Murmullo. ¿Qué me sugiere? ¡Ah, sí! Ya sé. Murmullo vesicular. Así tiene que ser bonito ponerse enfermo.
ELLA. ¿Pero no hay nada que te puedas tomar en serio? ¿Es más importante la chorrada para intentar caer de pie que lo que pienses realmente?
ÉL. Te respondo que sí, pero no te digo a qué.
ELLA. Mira, tú te lo pierdes. Que te den.
ÉL. Pues, por una vez, te voy a decir algo. Que los murmullos me gustan por la misma razón que me gustan los susurros. Pero prefiero los murmullos porque suponen un acto mágico: hablar para comunicar y para no entender. Para sobreentender con el bisbiseo lo que no se puede percibir con la articulación. Me gusta que me murmullen palabras al oído y que yo solo pueda entenderlas con la brisa del aliento y no con la descarga del cerebro.
ELLA. Qué bonito.
ÉL. ¿Qué dices? Solo estaba murmurando.
ELLA. Vale… Cuando te oigo decir todas estas cosas, me siento un poco más cerca de ti.
ÉL. Pues siéntate más lejos, que en esta silla no cabemos dos.
ELLA. O sí.
ÉL. ¿Oye, no tendrás el móvil a mano? Tengo que llamar.
ELLA. No, pero si quieres te lo dibujo.
ÉL. No, no hace falta. Ya lo veo pintado, cerca de nosotros. Para hablar de las cosas, para hablar del sentido del mundo.
(Imagen de Gemma Bou.)
Murmullo y susurro son muy bonitas, sí señor. A mi me gustan las de orígen árabe: alhaja, álgebra, almohada, alhelí, almudaina, Alhambra, alubia… Besotes, M.
Esta parejita me tiene enamorada 😀