Que te reviente la cabeza y convertirlo en poesía

Hay artes para todos los momentos y momentos para todas las artes. Momentos para el bailoteo ligero, momentos para la canción desenfadada, momentos para la lectura ávida de sucesos, momentos para el teatro de risa por la risa, momentos para la rima fácil y para la lágrima más.

Las artes surgen para muchas cosas, todas legítimas para el que quiera legitimarlas. No hay nada mejor que sentirse identificado, retratado, dicho y musicalizado. La maravilla, sin embargo, surge cuando ves, escuchas algo que te revienta la cabeza, que está más allá de todo lo que podías esperar, muy fuera de tus horizontes, tan limitados. Que te revienta la cabeza, pero que, gracias a esa explosión, te engrana y te ensancha. Te revierte y te invierte para que nunca seas el mismo. Para que sea la brújula que te enseña a que no hay manera de guiarte por los mundos inexplorados. Para que los mundos inexplorados te descubran un sendero que permanecía oculto, a la visa de todo el mundo.

Notar lo que te hace vibrar y te vibra, lo que te hace sentir y sientes, lo que te hace no pensar y piensas. A veces, es todo complicado. Otras, lo complicado es tan sencillo que lo tienes ahí, cercanamente inalcanzable, lejanamente piel con piel.

Y, entonces, todo es poesía.

Con imagen de Patrik Theande.

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