Laberintos

¿Y si no llego?

Antes de empezar, una advertencia: si no leísteis esta entrada publicada en 2008, mejor que abandonéis el post de hoy, ya que la historia parte de ahí y, sin ella, no tiene misterio. Hago solo un brevísimo resumen para retomar alguna de las ideas expuestas: la tradición añade un cuarto rey mago a la lista de Melchor, Gaspar y Baltasar: Artabán, un rey que «se perdió por el camino». Pues bien: todos, más o menos, seguimos un camino, pero a los pusilánimes y dubitativos

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Rincones

Las tardes de domingo están llenas de rincones, ángulos recónditos en los que se va acumulando la pelusa del fin de semana que espera una ventana de lunes que ventile el oxígeno viciado de un ocio que cayó a lo largo del mediodía. Las tardes de domingo son el sitio en el que ya no

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Para escribir un post sin ningún sentido

Mañana de sábado, con un empecinamiento mental propio del insomnio (parcial, intermitente). Un par de horas delante de pantallas más o menos grandes. Sentado ahora ante la del ordenador. Auriculares puestos. Música, claro. Genius para dejar que el azar racionalizado mediatice los gustos, la realidad. Con montones de historias que contar: hoy tristes por encima

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Cosas que hacer con la vida – Historias de Google #2

Antonio cumplió diecinueve años el noviembre pasado. Pensaba que, después de la madurez impostada y legal de los dieciocho, el año de más le fortalecería. Hasta entonces, le preocupaban todavía los cambios fisiológicos: esa barba que no se prodiga demasiado, la incógnita de los centímetros de margen para estar un poquito más cerca del cielo.

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Pregúntame

Pregúntame por los roces del viento en los días previos al invierno, por las gotas de lluvia que –poco a poco– adquieren la consistencia de la nieve. Pregúntame por las noches, tan largas como los precipicios de aquellos sueños que se pierden en los quicios de la pesadilla, por los trenes que no se detienen

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De resacas repugnantes, desilusiones y falta de respuestas lógicas

El problema de la vida es que vives y, cuanta más vida gastas, menos disfrutas y más te empachas. Los minutos se atragantan tanto que te quedas sin aire y, si hay mucha suerte, te limitarás a encontrar a algún samaritano que te haga la maniobra de Heimlich y te devuelva el hálito de vida

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¡Joder, que me apellido Urbina!

Joder, que me apellido Urbina. Y no se trata de ser de letras o de ciencias, de ser del Barça o del Madrid, de ser de la Virgen de Regla o de la del Rocío. Se trata de apellidarse Urbina. Dicen que es una cuestión de prevalencias (o de quitarlas, mejor). Que si antes era

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Ausencia de color

Me ha sorprendido siempre la capacidad que tenemos los humanos de autoengañarnos y, de paso, engañar a los demás dejando una falsa apariencia de lo que, en realidad, somos. Por eso me gusta tanto Dexter Morgan, un ser humano tan distinto a los seres humanos que los demás queremos sere que, en el fondo, es

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